La otra mañana, en mi ventana, vi a un herrerillo. Revoloteaba, luego se paró en la rama de olivo que todos los años, por costumbre, pongo en Domingo de Ramos. Llovía, era un día de invierno. Quedó por largo rato en esa pose que muestro en la foto. Iba y venía, le gustaba mirarse en la cristalera. Otras veces se posaba en el cordel de la persiana columpiándose. Luego llegaron más, tres, cuatro herrerillos, cinco… Me alegraron el día. Observé sus alas azules, también su cola y cabeza del mismo color. Sus mejillas blancas y en su plumaje, divisé unos tonos verdosos y la parte inferior de su cuerpo, amarilla. Cuando llegaban los otros herrerillos, percibí su trino, parecía entonar una especie de risa aguda, dulce, un tit tit tic que terminaba en tuc tuc y otras diversas vibraciones de canto. Disfruté mirando sus gestos, sus revoloteos, sus poses. Posaban…
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Muchas gracias Arturo, es un honor para mi que compartas siempre mis pequeños trabajos. Un fuerte abrazo y mi sincero agradecimiento y cariño.
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El honor es para mí Julie porque me permites, además del gozo y placer de leerte, el compartir tu trabajo. Un gran abrazo
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